¿Rivalidad que engrasa o rivalidad que arrasa?

October 3, 2022

¿Rivalidad que engrasa o rivalidad que arrasa?

Roger Federer y Rafa Nadal con veinte años de rivalidad dan una lección de liderazgo donde; el ser adversarios, rivales o máxima competencia puede ser sin duda un factor de constante crecimiento.

Su nombre Roger Federer, considerado el mejor tenista de la historia en pista de hierba.

Su nombre Rafael Nadal, más conocido por todos como Rafa Nadal; es considerado el mejor tenista de la historia en tierra batida.

El primero ha ganado 20 torneos Grand Slam. El segundo 22.

Federer ha sido 310 semanas número 1, Nadal ha conseguido ser el primero de la lista dela ATP durante 209 semanas.

Ambos se han enfrentado en 40 ocasiones, 16 victorias para el suizo y 24 partidos ganados por el español…

Y todo lo anterior son meros datos que nos hablan de dos deportistas de élite, de dos formas de jugar; uno elegante y sofisticado el otro, pasional y desgarrado. Ambos han luchado en cada pista, en cada torneo, en cada entrenamiento por ser el número uno, pero consciente o inconscientemente la figura presente del otro siempre fue una motivación.

Y es que lo mejor de la competencia es que es una palanca de cambio, es un trampolín que se nutre con las ganas constantes de ir un poco más lejos, de sentar precedente, de arrancar hitos, de coronarse y dejarse atrapar.

¿Cuándo pues, la rivalidad engrasa los motores y en qué momentos esta se convierte en algo fétido que solo despierta un colon irritable?

Si nos fijamos en la relación de Federer y Nadal, ambos sabían que eran muy diferentes, tanto sus personalidades como su forma de jugar. Y eso no ha sido impedimento para recalcar que ambos han marcado un antes y un después en la historia ¿Qué había entre ellos?

  • Consciencia: ambos sabían que el otro poseía fortalezas de las que ellos carecían. Eran conscientes de que uno poseía las fortalezas adecuadas para ser el mejor en hierba y que el otro era el maestro en tierra batida. Se apoyaron en esas habilidades que les hacía únicos y brillaban. Disfrutaban de su momento de éxito aun sabiendo que semanas después les tocaría ser el actor secundario de la película, cuando el torneo se disfrutara en una pista que no se adaptaba perfectamente a sus puntos fuertes.
  • Humildad: podrían perfectamente elegir los torneos que más les convenían para ser siempre un diez en la pista y que la derrota fuese una completa desconocida. Pero no. Sabían que no sabían todo. Sabían que simplemente la oportunidad de enfrentarse a su rival más temido era una suerte. Un aprendizaje para analizar la técnica del otro, sus puntos fuertes, sus habilidades trabajadas y aquella esencia innata que les hacía jugar de forma fácil y sencilla. Además, ese partido para el que no eran el favorito también era una oportunidad de conocerse así mismos, de saber que no poseían las habilidades necesarias para brillar en ese terreno pero que existían áreas de mejora, y esas áreas de mejora ofrecían un tesoro escondido: la potencialidad de la oportunidad. Porque nada se deshecha, aunque se pierda, de cada saque, de cada punto, de cada derrota existía un aprendizaje y la suma de todos ellos corona la experiencia.
  • Admiración: ser el mejor es caduco, tener un adversario te espeja. ¿Qué es espejar? Verte reflejado en el otro, ver qué del otro me gusta para poder trabajarlo, quizás dándole mi toque, mi color o mi esencia. Admirar las fortalezas de la competencia es un símbolo de inteligencia, porque desde la admiración aparecen las ganas de superarse, de aprender repitiendo, de absorber conocimiento para luego integrarlo y hacerlo mío. Cuando admiro es porque he visto, he analizado y una sonrisa interior se presenta pícara para preguntar ¿Cómo lo hace el otro? Y en ese cuestionarse se enciende un motor interior que nos lleva a buscar respuestas y a no dar por hecho que lo propio es lo mejor y que el otro, sea rival o no lo sea puede tener elementos que admirar, repetir y por supuesto, querer perfeccionar.
  • Respeto: no es solo darse la mano al final de un partido y decirte al oído que eres un crack. Respeto es que aun sabiendo que lo tenía todo en contra, he dado en el terreno de juego mi mejor versión, porque tú como rival no mereces menos y porque yo como adversario necesito superarte y superarme. Porque cada partido es diferente, porque viéndote cada vez te conozco más. Observando tu magia soy cada vez más ducho a la hora de captar tus trucos, porque analizando tu grandeza también puedo ver los andamios débiles que la sostienen.
  • Ganas: ganas de tener un objetivo claro y conciso: superar al otro. Y esa meta era suficiente para encender la mecha de la motivación. De la inversión de energías en los duros entrenamientos, de la necesidad de rápida mejora en las constantes operaciones quirúrgicas o tratamientos médicos. Ganas de sacrificar, hijos, vida personal y momentos de ocio porque cada minuto en la pista sumaba para alcanzar la gloria. Ganas de no confiar en la suerte, sino más bien en la suma de minutos que hacen horas y cuya prolongación en el tiempo te elevan a la especialización.
  • Vulnerabilidad: y este maravilloso elemento que ahora parece estar tan de moda pero que a la vez es tan complicado de visualizar en deportistas de élite, en líderes y rivales, es lo que el pasado 23 de septiembre les hizo a Roger Federer y a Rafa Nadal encumbrarse en la gloria en el torneo Laver Cup. Era la despedida del suizo, jugaron un partido de dobles y Federer quiso que su compañero para esta batalla final fuera su más temido y admirado rival; Rafa Nadal. Jugaron y perdieron. Minutos después cuando el resultado del partido era lo de menos, el suizo y el español sentados codo con codo, observando el homenaje de despedida que se le había preparado a Federer, ambos se emocionaron, ambos se sostuvieron de la mano, ambos le regalaron al mundo lo que hasta la fecha parecía un oxímoron; la rivalidad y la amistad eran posibles. Ser en ese momento la imagen de adversarios y compañeros fue una elección de elegancia, de empatía y de liderazgo sano.

 

Y si este ejemplo de dos titanes lo aterrizamos al mundo empresarial ¿Desde donde ves tú a tu rival? ¿Desde la consciencia, la humildad, la admiración, el respeto, las ganas y la vulnerabilidad? Si es así, tu sentimiento de competencia está engrasando la maquinaria del liderazgo que está en constante workin progress. La está nutriendo de aprendizaje y sabiduría, de errores que regalan oportunidades, del trabajar para supéralo y superarse desde la excelencia.

Si por el contrario tu rival es tu peor enemigo. Esa Medusa a la que en vez de admirar su cabellera prefieres destrozarla serpiente a serpiente es entonces cuando tu sentimiento de competencia arrasa tu creatividad, arrasa tu raciocinio y convierte tus acciones en impulsivas y por ende en poco productivas. Empiezas a desarrollar un liderazgo donde la excelencia se va evaporando para dar paso a una exigencia que quizás solo se sustente en dos pilares, el Ego que ciega y la autoestima que cojea.

¿Cómo usar la rivalidad para engrasar y no arrasar?

En Amagi tenemos todas las herramientas para ayudarte a construir pieza a pieza un liderazgo sano, un liderazgo en constante work in progress.

¿Para qué esperar?