Juega a la Jenka en tus conversaciones

April 29, 2024

  • No soporto a mi compañera de trabajo. Hace un par de años éramos íntimos amigos. Nos contábamos todo. A nivel personal recuerdo ser uno de los testigos de su boda. A nivel profesional realizamos siete proyectos juntos recibiendo las mejores opiniones tanto a nivel interno, de compañeros y superiores, como a nivel externo, ganando concursos y distintos premios en el mundo de la arquitectura.

Hoy si nuestra relación fuera un paisaje, sería alguna ladera congelada del Círculo Polar Ártico. No nos dirigimos la palabra para nada. Las reuniones en equipo las aprovecha para tirar de ironía en el mejor de los días y en el peor, usa un afilado sarcasmo que duele y penetra porque me conoce más que muchas personas. Ella sabe utilizar datos personales para denostar mi profesionalidad.

Seguimos colaborando en proyectos, pero nuestras informaciones compartidas pasan por el puente de nuestra jefa. Persona que se ha convertido en el árbitro, conector, Suiza y punto neutro de todas nuestras interacciones.

Escuché en uno de estos cursos de comunicación de Amagi, que por cada conversación difícil que evitábamos las empresas tenían un coste de 1500 euros y una jornada de ocho horas de trabajo. Si soy honesto, creo que nuestra relación está siendo una carga económica y emocional mucho mayor que la cifra anteriormente mencionada.

¿Por qué? El equipo se siente incómodo ante nuestra presencia, con lo que se han reducido considerablemente las interacciones sociales entre nosotros. Ya el café de los viernes es una quimera y en cuanto a las reuniones necesarias para la preparación de proyectos globales, son cada vez menos productivas porque nosotros, mi examiga y yo ocupamos gran parte del tiempo en “los porque tú y los porque yo”. Nuestra jefa, se agenda exclusivamente una mañana a la semana para poder compartir los avances que ni ella ni yo estamos dispuestos a verbalizar frente a frente, avances poco ágiles debido siempre a la participación de esta tercera persona que como teléfono escacharrado ha entrado en un juego vicioso donde todos perdemos.

Estaréis pensando ¿Qué ha podido pasar entre mi examiga y yo? ¿Cómo de la armonía comunicativa hemos pasado a la ineficiencia y al desgaste? Todo se resume a una subida de posición. Un concurso donde decidí presentarme de forma individual porque mi examiga estaba de baja y se presumía iba a ser una baja de larga duración. Gano el concurso, sale el proyecto adelante y como cosecha nuevo premios y alabanzas, decide la compañía aumentarme el sueldo y subir un escalón mi posición. Sé que ella buscaba esta posición, la ansiaba desde hace tiempo, pero por mucho que quise implicarla en el proyecto estando ella de baja, me era legamente imposible. Y ¿ahora? Todo ha cambiado. En un primer momento me pareció una actitud egoísta y malcriada, y me daba rabia el no entender cómo una amiga puede enfadarse por un avance, una mejora en mi vida profesional que tanto anhelaba. Con el tiempo me dio pena, la tristeza se apoderó de mí porque perdí a mi mejor amiga, a un apoyo que me regalaba cada día fuerza, motivación, inteligencia y creatividad y nuestra colaboración era gasolina para obtener los mejores resultados. Y ahora, siento hastío, decepción y mi motivación cae en picado porque para mí el bienestar laboral es una de mis necesidades. Me encanta mi trabajo, me encantan mis proyectos, pero por toda esta situación que sin querer me llevo a casa, me planteo seriamente buscar otro trabajo.

Este tipo de situaciones que ya están de alguna manera “enquistadas” tienen tanto factor emocional que convertirlas en conversaciones sin elegir el momento perfecto para ello, sin preparar y sin seleccionar los objetivos de las mismas pueden tener como resultado un conglomerado de resentimiento, de agresividad y lo más importante; de posos de dolor. Por ello, a veces toca distanciarse, para dar silencio a esas emociones tempranas que arrasarían con todo. Los conflictos, y, sobre todo, aquellos donde los protagonistas tienen una relación más cercana, familiar o de amistad, son como el juego de la Jenka. Ese juego de bloques de madera donde cada participante va quitando una pieza para colocarla en la parte superior de la torre haciendo que ésta coja altura y pierda estabilidad con cada pellizquito. Es decir, cada pieza representa un pequeño problema no resuelto, un pequeño reclamo, un pequeño insulto… Parece que la torre como en las situaciones de conflicto, se mantiene siempre viva y en pie. Hasta que, en un momento determinado, alguien coge una pieza y todo se desmorona. Sería pues, interesante y valiente tener la capacidad de buscar, como la más analítica de las inspectoras esa pieza clave, que hará que toda esa marea conflictiva se desmorone. Esa pieza que seguramente está en el otro, y que nos ayudará a poder conectar en algo, algo que primeramente será “algo pequeñito” pero que suponga un primer puente para  empezar a hablar no desde la queja o el reclamo, sino desde la solución o la propuesta.

Y así sin más un día nuestros arquitectos hallaron la pieza de la Jenka justa donde el conflicto se desmoronó. Un “¿Cómo te sientes tú con todo esto?”, un “Por mi parte no sé qué ha pasado para que te alejaras y te enfadaras conmigo por haber sido promocionado” un “Sentí rabia y celos de primera porque representaste en ese momento todo lo que yo deseaba y me veía paralizada en una cama sin poder ser tu mejor competencia, fui injusta y no supe expresarlo en ese momento porque me penalizaba a mí misma por mis dañinos pensamientos”.Si te paras a pensar en las disputas de tu presente, ¿Cómo puedes buscar esa Jenka, ese bloque de madera que no suponga la suma de problemas, sino un primer paso para la demolición de tus enfrentamientos?

Vanessa Gil Pesquera