Empatía, compromiso y corresponsabilidad

May 9, 2023

Parecía que iba a ser una de esas sesiones de coaching tranquilas, donde seguramente iríamos a dar una pequeña vuelta al pasado para ver qué resultados habían tenido las nuevas acciones implantadas por Elisa.

Elisa llevaba dos meses inmersa en un proceso de coaching, con un propósito claro y conciso; “conseguir hacer equipo”.

Una de las primeras preguntas que le hice al escuchar su propósito fue, ¿Cuántas personas conforman tu equipo?

-       Ahí está el problema, lidero una oficina de tan solo cuatro personas. Y creo que cuando entré por primera vez en ella usé una mala estrategia.

-       ¿Mala estrategia? – pregunté yo curiosa al ver su rictus de frustración y rabia.

-       Sí, entré siendo generosa, amable y preguntando de manera individual a todos y cada uno de ellos ¿Qué esperaban de mí como líder y que aspectos según su visión se deberían de cambiar en el entorno laboral?

-       ¿Y por qué consideras que ser generosa, amable y preocupada por conocer las opiniones de todos y cada uno de tus colaboradores es una mala estrategia?

-       Porque desde ese momento, se instauró un maravilloso “buen rollo” en el equipo. Nos convertimos en familia, y…

Elisa en esa primera sesión dejó ese y… en suspenso, como queriendo acallar todos esos lastres que acompañaban al y… De nuevo yo con mi insistencia y mi curiosidad le pregunté:

-       ¿Qué está suponiendo para ti que tu equipo se haya convertido en familia?

-       ¡Un horror! Debí en su momento comenzar con otro tipo de estrategia. Por ejemplo, la de ser un tiburón con poca empatía y mucha más autoridad. Ahora no soy capaz de dar una orden, porque me preocupa mucho más cómo se la tomará tal o cual colaborador. Si, por ejemplo, veo algún fallo en algún procedimiento, prefiero rematarlo yo sin alzar la voz y hacer que de esa manera siga saliendo el trabajo con buenos resultados como hasta ahora.

-       ¿Qué es para ti un equipo Elisa?

-       Pues no lo sé, en estos momentos lo que es un equipo. Desde luego esto que yo tengo no, porque siento que estoy actuando más como una madre que como una líder. He maleducado a mis colaboradores. No he sabido poner límites, no he expresado mis propias necesidades, he resuelto problemáticas sin hacerlas visibles para que no se molesten haciendo que su aprendizaje sea nulo, he permitido expandir mis responsabilidades haciendo propias las extrañas, para que todos puedan salir a su hora, sentir que estamos trabajando en una oficina atenta y cuidadosa con el empleado pero yo…

De nuevo los puntos suspensivos aparecían en esa primera sesión de coaching con Elisa. Ese yo… recogía tener una mochila llena de responsabilidades ajenas, tener frustración por no saber poner límites, tener equivocados los conceptos de generosidad y amabilidad con corresponsabilidad y asertividad, tener un mundo por descubrir dentro de la palabra comunicación…

Y ello lo fuimos trabajando sesión a sesión, hasta que esa tarde de mayo, la mirada de Elisa se hizo vacua por unos minutos, su silencio estaba cargado de conceptos que iba interrelacionando con la mirada, con algunos pequeños gestos de los dedos y con un gesto de la boca torcido hasta que un rayo de luz apareció en sus ojos. ¡Esos momentos no tienen precio, los americanos los llaman los AHA MOMENTS! O “momentos Eureka” y se podrían describir como esos instantes de euforia controlada que sentimos cuando nos damos cuenta de que hemos entendido algo. De que hemos dado luz a esa parte de nuestro ser que seguramente ya existía pero que desde ese momento se ha hecho para nosotros consciente.

-       Creo que sé lo que yo necesito de mi equipo para que ¡por fin! Sea equipo y no una mamá pato seguida de sus patitos como hemos sido hasta ahora por mi propia responsabilidad.

Estaba yo misma en tensión al ver a Elisa con tanta claridad, tanta entereza y con esas ganas de encender los motores del cambio.

-       Necesito que mi equipo trabaje desde la empatía, el compromiso y la corresponsabilidad. La empatía no sólo entendida como la forma en la que se pongan y sientan mis propios zapatos, sino la manera de poder expresar mis necesidades y que lleguen a mis receptores y sean comprendidas por éstos. Y que dicho camino por supuesto, sea recíproco. El compromiso, estoy segura de que no se exige, al igual que el poder, el compromiso se gana con cada una de mis acciones, ¿Cómo? Dejando claro cuál es el propósito del equipo por el que tenemos que trabajar, y haciendo visibles los errores como forma de aprendizaje y las virtudes como igualmente forma de aprendizaje para que entre todos desarrollemos un músculo mucho más flexible y podamos anclar aquello que ya nos hace superiores.

-       ¿Y la corresponsabilidad?

-       Dejar de ser “mamá pato”. No son mis hijos y no tengo que salvarles de nada ni de nadie. Son personas adultas y liberándoles de esta forma de liderazgo seguramente conseguiremos una mayor madurez, una mayor libertad, una mayor autonomía para que ellos escojan su propio “cómo hacer las cosas”. Puede que éste se aleje de mi forma de proceder, pero eso, supone otorgar confianza, ser flexible y quizás, ¡quién sabe! Dejarme sorprender y aprender con ellos.

-       Y ahora, ¿qué vas a hacer Elisa?

-       ¡Nuevas acciones! Mañana la reunión de equipo tendrá un matiz diferente.

En Amagi trabajamos día a día para desarrollar en los equipos la empatía, el compromiso y la corresponsabilidad porque como dijo Walter Elias Disney: “Los grandes logros de cualquier persona generalmente dependen de muchas manos, corazones y mentes”.