Me callé y surgió la magia

March 14, 2023

Realmente ¿Cuánto te apetece conocerme? – Pregunté en la que fue nuestra última cita. Y después acompañé la pregunta abierta y directa con una mirada que no buscaba respuesta, pero con un SILENCIO que invitaba a la reflexión. Habíamos quedado cuatro veces y el silencio fue lo único que entre nuestras cenas y cañas no había estado presente. Existía la necesidad frenética de rellenar los huecos vacíos con palabras inútiles para no perder la conexión, para no acercarnos al abismo del no saber qué decir, para no llevarnos la impresión de que entre nosotros solo había arena. Se hablaba sin decir, se callaba con sonrisa incómoda como preludio de una nueva ristra de frases inconexas de escaso valor pero que sumaron cuatro encuentros, cuatro opciones de dejar volar la imaginación, cuatro posibilidades para pensar junto a esa persona en un mañana, en una realidad alternativa donde las ganas, el amor, y la ilusión pudieran ser el pegamento.

Silencio. Y es que a veces ese momento oscuro donde dejamos de contarnos lo que nos gustaría para aterrizar lo que necesitamos requiere de la ausencia total de sonido.

¿Cuál va a ser la estrategia que vas a utilizar para aumentar un 2% la venta de seguros? – SILENCIO. Era martes por la tarde, era la tercera reunión que tenía con ese mismo colaborador en este trimestre. Pero en esta ocasión me propuse algo diferente. Soy conocida dentro de mi empresa como “mamá pollo”, porque me gusta cuidar, me gusta generar buen ambiente de trabajo y quizás me gusta demasiado decir lo que han de hacer cada uno de mis colaboradores. Después de muchos años en la misma empresa se repiten problemáticas y las soluciones aparecen ante mí como los anuncios de publicidad de las carreteras, sin pedirlos, y cuando esto ocurre, cojo el teléfono hablo con el colaborador oportuno y le doy las indicaciones precisas para dar solución a ese tema recurrente que nos traía a todos de cabeza. Me siento feliz, me siento útil y me siento respetada. Pero ¿Cómo estoy realmente ayudando a mi equipo? ¿Cómo estoy favoreciendo que ellos desarrollen habilidades de liderazgo? ¿Cuánto significado tiene la palabra autonomía en nuestro día a día? Es por ello que, esa tercera reunión iba a ser diferente, esa tercera reunión no iba a estar cargada de nuevas estrategias, iba estar envuelta en un sencillo y potente silencio. Un silencio incomprendido por ambas partes, pero necesario, un silencio seguido de una pregunta donde sin yo ser consciente de ello lancé la responsabilidad al otro para que hallara las respuestas en esa caja fuerte de la memoria y del bagaje que todos tenemos y que acostumbrados a seguir directrices nos entra pánico abrir. Y al abrirla empiezas a vislumbrar tus propios colores, tus propias herramientas, tus propias formas de matices y tonalidades diferentes pero que construyen estrategias y alcanzan resultados.

¡No puedo más con la vida! Estoy saturada con mi vida familiar, mi vida laboral y mi hija de cinco años. Tengo a mi madre alicaída con el estómago, a mi padre le han diagnosticado principio de Alzheimer, la responsabilidad de mi hija de cinco años es a veces un peso que me arranca las lágrimas. Soy autónoma, vivo de proyectos que ocupan 12 y 13 horas diaria que en realidad son en su mayoría parte de mis noches y he vuelto con mi ex porque no sé muy bien qué estoy haciendo con mi vida, pero la soledad de mis vacíos me pide a la desesperada abrazos sin nombre. Como diría Mafalda estoy en un momento de: “¡Que paren el mundo que me bajo!”. SILENCIO. ¿Qué pasaría si busco una hora para no hacer ni decir nada?¿Qué empezaría a hacer diferente? ¿Cómo a través del silencio serían mis reflexiones y no mis emociones las que pudieran conducirme por nuevas vías? Puede que más sosegadas, puede que empezara a escuchar mi voz interior, esa voz aniñada que acallamos porque con la madurez nos creemos en el poder de la razón pero que está íntimamente conectada con una herramienta mucho más auténtica y natural que es la de la intuición.

El silencio tiene voz en todos los ámbitos de nuestras vidas, es por ello que, aparecen las famosas pausas dramáticas en interpretación, donde un silencio rotundo es la antesala de la mejor escena de la película. Existe además el silencio como técnica de venta, al cierre de un compromiso, cuando el vendedor ha sacado sus mejores cartas de convencimiento, y decide apostar por el as del silencio para que el posible comprador encaje todas y cada una de las piezas que le han enviado y además las decore con su propia fantasía. Y hace ya varios años se instauró en muchas realidades la técnica del mindfulness donde paradójicamente a través del silencio despertamos la atención y consciencia plena del presente. Distinguiendo sonidos, apreciando el latido de nuestro corazón, escuchando sin profundizar cada uno de nuestros pensamientos y dejándolos ir como las nubes del atardecer un día de ventisca.

¿Para qué el silencio? Para reconectar, para focalizar en lo realmente importante, para escucharnos en lo profundo, para escuchar lo que el otro es capaz de hacer y responsabilizarle, para usar las emociones en pro de nuestro propósito, como trampolines y no como lastres.

Poner foco en el presente desde la ausencia de sonido, es reducir el estrés, es mejorar el sueño, es tener una mayor concentración, es reducir la presión sanguínea, es irte de viaje a una parte de ti que dejamos dormida ante tanto estímulo y que te recuerda qué quieres, qué sientes y qué necesitas.

Y como dijo el gran maestro espiritual de la corriente Advaita, Nisargadatta Maharaj: “La presencia es acción, el silencio no es inactivo”.

En AMAGI apostamos por esos silencios que construyen realidades.